Thursday, January 14, 2016

Un deja vu en bicicleta

Todo aquel que me conoce, sabe de mi fascinación.    por el mundo de las bicicletas. Tanto es así que adquirí una tan pronto pisamos suelo en Filadelfia. Los viajes que dí con ella por la Ciudad del Amor Fraternal me llevaron a recorrer montes, quebradas y lugares distantes casi llegando a Valley Forge. Al mudarnos a Nueva York no iba a ser diferente. Recorrí un pueblo conocido como Twin Lights en Nueva Jersey, Queens casi en su totalidad y toda la costa Oeste de Manhattan. Aún me falta por recorrer el Hudson hasta Bear Mountain.

A veces, cuando corro la bicicleta pienso que nada me pasará; que soy invencible. A pesar de que estoy pendiente del tráfico y de los peatones, no pienso que alguien podrá golpearme o lastimarme. La bicicleta da una sensación de libertad y velocidad sin igual, a veces hasta de poder. Todo aquel que ha experimentado esta sensación sabe que la vida se mira con un prisma distinto. La ciudades y parajes naturales se aprecian de una forma peculiar que no se obtiene caminando o en coche. El domingo hice uno de mis recorridos predilectos y cercano a mi área residencial. No obstante, fue un día que concluyó mal.  Nadie me lastimó, pero salí maltrecho.

El pronóstico del día era lluvia a partir de las cuatro de la tarde. Le dije a Puri que correría bicicleta mientras hacía buen tiempo y haría un scope. A pesar de la renuencia y oposición de ella, mi testarudez pudo más  Estaba sobre-confiado. Comencé a correr por toda la Northern Boulevard hasta Oakland Lake para ver los cisnes y los patos nadar plácidamente en un estanque creado por el ser humano. Ahí comenzó mi scope. Los corazones y comentarios de mis seguidores no se hicieron esperar. Me sentía contento de poder compartir de esta experiencia urbana. Inmediatamente, mientras transmitía en vivo por todo Little Bay Park veía los nubarrones a lo lejos que tocaban tierra en Kings Point. Ya en Fort Totem, un area militar de la Guerra Civil y las dos Guerras Mundiales que ahora sirve de base para el Departamento de Bomberos y la Policía de Nueva York, continuaba con la trasmisión en vivo. No había pasado ni quince minutos de mi trasmisión, con los edificios preciosos en esta área como escenario, cuando avisté a lo lejos que el diluvio se movía rápidamente a mi dirección. A pesar de que comencé a pedalear como participante del Tour de France, la lluvia me arropó y castigaba despiadadamente dentro de esta área. Con todo y lo fuerte que era este aguacero, me dirigí a Bayside Marina para resguardarme bajo el puente peatonal.  Este refugio temporal no sirvió su propósito, las gotas caían a través de las rendijas de las tablas. Al ver que este "refugio" no sirvió su propósito, decidí apresurar mi paso para poder llegar pronto al apartamento y  cambiarme de ropa.  Hice un recorrido de 12 millas en 20 minutos y no veía compasión  alguna por parte del cielo. Los golpes de las gotas gruesas del agua hacían que cubriera un area mayor de mi cuerpo. Estaba completamente empapado y casi no podía ver porque mis gafas estaban empañadas del frío y el agua corría por mis ojos. Al estar cerca y frenar sentí como mi bicicleta se deslizaba para el lado. Había obviado, con la ansiedad de llegar pronto, que los frenos estaban mojados y que no podía frenar de golpe. Esta fue la primera señal de que tenía que tener cuidado y la obvié. Un error de principiante que no debí de cometer.

Al estar cerca del garaje, donde guardo la bicicleta, e ir viajando a menos de 10 millas, volví a frenar nuevamente para disminuir la velocidad y cometí el mismo error, pero más grave; frené con la goma delantera. La visión se tornó en una un filme en cámara lenta. Sentí como mi cuerpo se elevaba y mis manos inertes estaban amarradas al manubrio de la bicicleta mientras mi boca abierta daba un beso francés con mis dientes al pavimento. No puedo precisar si todo esto ocurrió en fracción de segundos o fueron minutos largos. Para mí fue una eternidad. La bicicleta me golpeó dos veces en la espalda como castigo por haber sido descuidado y cayó al lado como si fueran otro cuerpo. Mi cerebro con una inyección de adrenalina empujó mi mano a la barbilla para palpar algún tipo de cortada que conllevara sutura; ya mi cerebro sabía que no tenía tres dientes. Me preocupaba la barbilla, me palpé varias veces para cerciorarme que no sangraba. Mi guante no mostraba liquido rojo alguno. Increíblemente, me incorporé y abrí la puerta del garaje para poner la bicicleta en su sitio e ir al apartamento para  poder desplomarme por el dolor, no físico, espiritual por no haber escuchado aquellas palabras que sonaban a lo lejos: es una locura salir con el tiempo que viene. Debo admitir que esta caída me desvistió del positivismo y cambio que buscaba en el 2016: este año va a ser bueno. No niego que lloré pero no fue por el dolor, porque lo toleraba. Esta caída destapó un esqueleto del 1975 que jamás pensaba revivir. Mi caída no solo había puesto mi orgullo maltrecho, desempolvó un recuerdo olvidado de cuando me rompí un diente el número diez (en el argot de la ortodoncia). Un esqueleto que es difícil de borrar y que el tiempo no ha convertido en polvo. Un esqueleto que sigue ahí y volvió a surgir. Un esqueleto que espero poder enterrar de por vida cuando me pongan el implante y las tres coronas. Un esqueleto al que pueda silenciar y no volver a escuchar con sus aterradoras palabras que me atormentaron por una semana en el 1975.

Pueden ver mis vídeos en katch.me/licjaimearturo. 

Thursday, January 7, 2016

El gusto evoluciona Première Partie

No sé si el entrar a un período más maduro los gustos van cambiando o modificándose. Recuerdo que cuando era estudiante de noveno grado en el Colegio de la Salle, los hermanos lasallistas me decían que en noveno era el período de maduración de individuo, como si llegara por arte de magia el primer día del curso escolar. Conmigo eso nunca sucedió en noveno y en ningún momento de mi vida. No existe la madurez inmediata ni definitiva. La evolución del individuo es constante.

Durante mis años en la Universidad de Puerto Rico, mi espacio de estudio no tenía fronteras; la geografía intelectual retó las barreras políticas. La biblioteca y las clases eran mi vehículo de transportación que me ayudó a cosechar ideas liberales que no gritaba a los cuatro vientos. Mi gusto radial y musical era diverso. La radio era mucho mejor y no me la pasaba viendo televisión. En mis primeros dos años de bachiller, la biblioteca fue mi recinto religioso; llegaba a las 7:00 am a leer, estudiar e investigar, ya a las 2:00 pm me despedía de mi meda favorita en la José M. Lázaro.

Una vez entré a la facultad de Derecho, crecí intelectualmente en una sola área. La biblioteca se tornó nuevamente en otro recinto religioso y de congregación de una "súper élite". Mi intelecto en otras áreas entró en un letargo, que ahora cuestiono y lamento. Mis neuronas enmudecieron al grito del Derecho. 

Una vez ya graduado de Derecho y trabajando como abogado mi gustos comenzaron a declinar o menguar. La distorsión se tornó cada vez más grave y oscura. No fue hasta entrado en experiencia, como abogado, que me dio por experimentar las escuelas filosóficas del Derecho y por apasionarme por ciertos temas desde un angulo mixto: el Derecho y la Historigrafía. De ahí surge mi preferencia por temas como la evolución intelectual del Tribunal Supremo Federal y los Derechos Civiles.

En mis últimos años en Puerto Rico, la lectura por ciertos temas fue incrementando, pero mi gusto auditivo fue languideciendo. Todas las mañanas, rumbo al trabajo o al tribunal, surfeaba por las distintas estaciones radiales de "noticias". Empezaba a escuchar a un reportero, cuyas preguntas eran para buscar ratings, e inmediatamente pasaba a otras dos, cuyas inclinaciones ideológicas eran de derecha y plumita liberal. Cuando ya estaba harto de tanta mediocridad buscaba la estación del gobierno o la de la universidad. En muchas ocasiones me hartaba de todas y regresaba a la estación radial de mi adolescencia y años de universidad que ponían rock. 

A pesar de que ya escuchaba Stitcher en Puerto Rico, sentía que mi gusto radial carecía de la sustancia profunda de análisis en donde se entrevistase autores de libros, cinematografía, arte, televisión o un potpurrí de diferentes géneros.

No sé si el estar viviendo en Estados Unidos por los últimos años y la interacción con personas de trasfondo cultural diverso ha sido el dínamo que ha cambiado algo mi gusto radial y musical; puedo decir que este era un eslabón perdido en mi diversificación. Cada domingo, al ir a Trader Joe's, escucho la estación pública de la Universidad Fordham donde por dos horas transmiten música irlandensa. Durante mis horas de trabajo he descubierto el fascinante mundo del jazz, blues y el renacimiento del rock en español que estaba apagado en mí. Esto es solo una micro muestra de mi desarrollo como individuo en estos momentos.

No dudo que esta evolución radial y musical la hubiera experimentado en cualquier otra parte del Mundo, en donde la diversidad jugara un papel protagónico en este filme de mi vida.  Muchos opinaran distinto a mí, pero creo que la geografía es un factor determinante para ejercer un cambio en el individuo; para bien o para mal los cambios ocurren y permiten que uno siga desarrollando la tan mal llamada e inexistente madurez. La cultura y el individuo es como la materia: no se crea ni se destruye, se modifica en la medida que nuestros cuerpos e ideas "choquen" con otras para fortalecerlas o debilitarlas. En mi csso solo busco su fortalecimiento.