Wednesday, January 31, 2018

En la búsqueda de más música

Luego de que la semana pasada terminara en un colapso total de una serie de planes, de que la Fortuna volviera, con su despiadada bofetada, me tumbara al piso y me hiciera sentir que no tenía valor alguno, tuve que recoger fuerzas de dónde no tenía y levantarme. Ese decir de Michelle Obama de que when they go low, we go high resonaba en mi mente pero no me ayudaba para nada. Eran palabras huecas dichas por una persona desde una posición de privilegio. Ese ha sido siempre mi vida, no estar en posición de privilegio alguno. 

Pero dentro de todo este pesimismo, seguía en mi mente el poder lograr otro episodio para mi podcast. El detalle es que no encontraba fuerzas ni forma de crear un episodio. No me sentía inspirado. Mi moral fue ciertamente herida mortalmente y lo único que me pasaba por la mente era coger mis bártulos y largarme a buscar fortuna sin dinero alguno a otro país. 

Foto tomada por mí, aunque usted no lo crea.
No obstante, ayer me decidí buscar sanar las heridas producidas por una supremacista blanca y comenzar a la faena de buscar empleo mientras escuchaba podcasts. Empecé por el de mi gran amigo, Manolo Matos de Cucubano http://www.cucubanopod.com/ y luego terminé escuchando a Rita Moreno en Marc Maron, http://www.wtfpod.com/. Las heridas, a pesar de que fueron profundas, sentía un alivio, pasajero, pero lo sentía. 

Una de las cualidades de la música es que sana heridas, aunque toma su tiempo en cicatrizar y no dejar marcas, pero las sufridas hace una semana dejarán una cicatriz imborrable y luego de escuchar al POTUS, más profundas son. Pero no empece a esto decidí, a súplicas de Pichurri, agarrar la guitarra y empecé a tocar. Llevo varios meses memorizando valses clásicos y cada vez que los toco, Pichurri me pide atención y la subo al sofá y ella se acuesta a mi lado. Ayer no fue la excepción, toqué varios valses y entre ellos uno de Carulli y luego otro de Galegari. Ella estaba en éxtasis y yo me sentía bien; entonces me dio por crear una composición romántica y suave la cual ella, gustosamente, cambió de posición y comenzó a roncar.  No niego que la grabé y a lo mejor la subo algún día para deleite de ustedes. Fue varios intentos de lograr la perfección de los acordes, y lo que descubrí fue que con los acordes más sencillos, se crea la mejor música.

Así es la música, como el alcohol, embriagante y necesario para dejar de pensar en el dolor causado por extraños.








Saturday, January 13, 2018

Entre charla y charla, regresa una memoria

No sé si lo he mencionado anteriormente, la memoria me falla en ocasiones, pero si lo he hecho me excusarán. El haber creado un podcast sobre música y sentarme a charlar en persona o por teléfono con una infinidad de personas envueltas en la industria de la música, ha cambiado mi forma de ser como individuo. El mundo dentro de su complejidad y diferencia de lenguaje tiene un denominador común: la música. No importa si el ritmo es batuque o una danza, si es una ópera o regguetón; nos une la armonía del sonido. Es el lenguaje universal que o te inclina a saborearlo, o lo detestas porque no lo entiendes.

Como he dicho en muchas de mis introducciones, en mis conversaciones o en este blog, siempre he tenido el oído pegado a un tocadisco o a la radio. Durante mi infancia recuerdo haber estado parado frente al tocadisco que había en mi hogar y personificar un exagerado cantante de lip sync -cuando esto no estaba de moda como ahora- hasta un magnífico pianista o director de una filarmónica. La música siempre ha sido una constante en mi vida y no me había dado cuenta hasta que vine a los EE UU. A pesar de que estaba bajo mis narices, nunca me di a la tarea de explotarla o de convertirla en una constante en mi vida. Incluso, entre cocina y cocina, la música ha estado ahí; recuerden de mis pasiones: cocinar y la música.

En una de mis charlas, específicamente la que subiré mañana, Danny Kean y yo hablamos cuando la música y el pago de regalías era algo extraordinario. Cuando el músico se consideraba un ser especial y recibía sus ingresos por la cantidad de discos que vendía; el preámbulo para una gira de conciertos alrededor del país. Esta conversación me trajo a la memoria muchas historias olvidadas. Una de ellas fue cuando me fui caminando a una tienda de disco detrás de los Cines de Santa Rosa en Bayamón. Los discos que iba a comprar era uno de ellos el de Grand Funk Lives y el otro recuerdo que me lo recomendaron pero ni me acuerdo de la banda ni el título. Esa visita fue una caminata a escondidas que me tomó por lo menos 1 hora y media desde donde yo vivía hasta la tienda de disco. Recuerdo el yo ir y hacer esa visita fugaz con el poco dinero que había generado cuando repartía periódicos. Recuerdo que contaba con unos 14 años y siempre me sentía amedrentado al entrar a una tienda por ser menor de edad; el mismo sentimiento de pavor cuando compré mis primeros condones.

El otro recuerdo que tuve, y digamos que ese fue el momento en que comencé a liberarme del yugo de mis padres, fue cuando vivía en Miramar. Recuerdo con exactitud la calle y el número del edificio: Calle Unión 666 St Joseph Apartments. Vivía a escasas 7 cuadras de la Calle Cerra, la famosa ruta de las casas disqueras y tiendas de discos. Allí nació la Gran Discoteca, una tienda sin aire acondicionado y la cual visité en más de una ocasión en el verano del 1983 pidiendo el disco de Sinchronicity de The Police. Todas las semanas lo iba a buscar cuando en los EE UU ya se había agotado. Entre visita y visita compraba un disco de lo que fuera: Men at Work, Rolling Stones, Led Zeppellin, la banda que fuera.  La sensación de ir a buscar un disco y pasar mis manos entre disco y disco escudriñando cual comprar ha sido uno de esos placeres que iTunes y Spotify nos ha quitado. Esa experiencia de, incluso, mirar a través de una vitrina la lista de cassettes de música nos permitía abrir nuestros sentidos a experiencias que hoy en día no se disfrutan..

Son estas conversaciones las que, en cierta forma, desempolvan aquellos recuerdos olvidados o guardados en un baúl del olvido en mi memoria. Esa memoria que antes era más ágil y recordaba los casos y cualquier estupidez que pasara de frente con extrema facilidad sin necesidad de una palabra clave. Esa memoria que se desgasta con el pasar de los años y que necesita de una palabra o un detalle para volverla a traer a la realidad. Esa es la maravilla de estas charlas, me traen recuerdos de mis años en Puerto Rico cuando era un adicto a comprar discos de pasta y cuando estaba más al corriente de los géneros musicales. 

Sunday, January 7, 2018

The Roots - el concierto

A pesar de todas las diligencias que hice para poder obtener un pase de prensa, la tarea se me hizo dificultosa. Inundé las redes y tagueando a The Roots para poder llevar mi cámara profesional sin resultado alguno. Escribí a tout le monde en Twitter, Facebook con solicitudes indicando que quería platicar con la persona encargada de manejar las giras de ellos. El resultado, como con Dhani Harrison, fue el mismo silencio absoluto que he recibido en otras ocasiones. En una página de fotografos leí que para que esto pudiera ocurrir como una combustión espontanea, tenía que tener en las redes una especie de portfolio fotografico de las fotos que he tomado de bandas locales. Eso lo pienso hacer y colocarlas en mi cuenta de Instagram y en mi página de www.musicin2flavors.com Vamos a ver si la suerte cambia.

Como sabrán, el concierto de The Roots fue el 28 de diciembre de 2017. Iba con una ilusión increíble. Tenía entrada de pase rápido y empecé a buscar un sitio donde podría tomar fotos con mi lente Sony sin ninguna dificultad. Al saber que era un espectáculo lleno, no decidí quedarme cerca de la tarima. Detesto estar encerrado en espacios en donde ni tan siquiera puedes respirar, y créanme, el espacio entre las personas era bien limitado; a veces el complejo de Seinfeld resurface en mi persona.  Si quieren ver lo atestado que estaba este sition, para muestra un botón basta. Me ubiqué en un espacio en la segunda planta en donde no había reservaciones, si me quería sentar tenía que pagar $60 USD. Ni un centavo más iba a gastar.


Mi sorpresa fue grata al escuchar la banda que hizo la apertura del concierto, Junk Yard Band. La banda fue increíble, su música fue espectacular y fascinante y la interacción con el público fue increíble. Pude notar que ellos realmente eran una banda local. Presagiaba que iba a ser una gran noche, incluso cuando vi a Questlove escondido detrás de los controles de sonido tomando vídeos de ellos.

Terminado este espectáculo de unos 30 minutos, tuvimos que esperar como unos quince para que organizaran todo en el escenario. Mi óptica de The Roots como una banda de Filadelfia que toca en el Tonight Show iba a cambiar drasticamente esa noche. No iba a ver esa banda de gente bien vestida y con un ritmo único. El sonido de la banda apenas se podía distinguir, la tuba apenas se escuchaba, la guitarra ni les cuento. En ocasiones la batería sonaba de forma aceptable y la voz de  Dark Thought se escuchaba clara en varias ocasiones. No soy un conocedor en su totalidad de la música de ellos, pero esperaba que mejorara el sonido para poder disfrutar. La presencia escénica de la banda en parte fue aceptable, en especial la de Mark Kelley, Captain Kirk Douglas y el que tocaba el Tuba.

Cuando Dark Thought presentó al que tocaba la tuba y a Mark Kelley, hubo salpicaduras de jazz y heavy metal que me fascinaron. Este fue mi highlight de la noche con The Roots. Una vez acabado esta buena musica, a Dark Thought se le ocurre presentar a un individuo que estaba pegado todo el tiempo a la consola como si fuera un DJ; bueno, era un DJ sin ningún ritmo corporal, algo parecido al baile de Elaine Benes. De repente este rubio me trajo a la memoria aquella película White Man Can't Jump. Sus movimientos rítmicos no tenían sincronización alguna, eran mas bien forzados. Este DJ estuvo por media hora haciendo ruidos como si estuviera en una discoteca de Europa bailando bacalao en los años ochenta; así de estrepitoso era en sonido. Cuando pensaba que se había acabado, venía otra vez el muchacho con una retahíla de sonidos de percusión electrónico sin fin. No les niego que estuve a punto de tomar mis bártulos (abrigo) y salir corriendo del Filmore pero decidí quedarme esperanzado que todo iba a cambiar.

Una vez finalizado este estruendo de sonidos sin ton ni son, sale nuevamente The Roots y yo preparo el lente para tomar fotos. Otra sorpresa de la noche, no anunciada por ningún lado, fue la invitación al escenario de un individuo a cantar con la banda mientras Dark Thought se sentaba atrás en el escenario para admirar a este vocalista, que lo más que hizo fue tirar alaridos y caminar de un lado al otro del escenario sin mirar al público. Si me preguntan quien fue este individuo, ni idea. Solo les puedo decir que por esos 10 minutos de su primera canción, porque cantó más de una, deseaba a los dioses que mandaran un rayo de luz e iluminara el escenario con algo que fuera presentable. Fue en ese mismo instante cuando salió este vocalista, por mi desconocido, que la gente perdió la razón; los pitillos de marihuana comenzaron a encenderse por hipsters blancos, los bailes sexuales y hasta cierto acto de total bacanal por unos asiáticos cerca de mi campo visual- me maravillo que yo me sorprenda con esta descripción porque yo no me caracterizo por ser pudoroso - no me permitía disfrutar de esta ecuación musical; y creánme, que hasta el momento de este espectáculo era más un problema de geometría, que siempre detesté, que uno de trigonometría.

Ya cuando veía que el vocalista, que no era parte de la banda, continuaba con su saete de hip-hop que no se entendía y que no apaciguaba mi sed por escuchar a The Roots, decidí tomar mi abrigo y retirarme cuan Hernán Cortés bajo el árbol de la noche triste. Este sería el debut y despedida a mi asistencia a otro concierto de The Roots por buen tiempo. La caminata a mi apartamento fue como la del derrotado soldado de Napoleón al retirarse en el 1812 de Rusia bajo un viento helado (realmente frío) y bajo la tenue luz de las farolas de la calle acompañándome en la soledad de mi fracaso musical.