Saturday, August 20, 2016

Un setentoso progresista en Washington DC

Fue para el 1983  cuando me di cuenta que mi inclinación ante la vida era ser progresista; progresista en la mentalidad política, de no estar atado a ningún partido político o idea conservadora; progresista en la lectura, de devorar cuanto libros me recomendaran mis profesores universitarios (desde lo más conservador hasta lo más liberal); ser progresista ante los derechos humanos, aunque mi formación ultra-católica en muchas ocasiones entrara en disputa con mi mentalidad liberal y republicana de Azaña. Era un progresista en formación y aún lo sigo siendo; nunca se llega a la totalidad, ni con la muerte. Como he dejado entrever en publicaciones anteriores, la pelea entre mi Yo con el Ello, programado desde mi infancia, ha sido ardua; desvestirse de lo ultra-conservador para poder llegar a un grado de libertad racional es un camino rocoso; el poder realizar la metamorfosis es difícil pero no imposible. Es oportuno aclarar que no soy freudiano ni creo en el psicoanálisis, a pesar de que para la década del 1980 esa era la tendencia psicológica de la Universidad de Puerto Rico y la que estudié por un año.

Pero regresando al 1983, cursaba mi último año de escuela superior y me dio por comprar discos usado de los sesentas. Yo vivía, como gitano al fin, en el sector de Miramar en el Barrio de Santurce y al lado tenía un "pulguero" llamado Pink House Bazaar. En ese sitio compré algún que otro disco de vinilo (pasta para los boricuas bragaos como yo). Poco a poco me sumergía en la música de una época a la cual nunca fui expuesto pero que mi espíritu  rebelde e individualista dormido me llevaba poco a poco a adentrarme, de forma inconsciente, a este género musical. Digamos que era como a sailing ship to nowhere, leaving any place; la historia de mi vida. Ese era mi época de gloria, donde los vídeos musicales y MTV hacía de las suyas en mi mente. Jamás hubiera pensado, y con el acceso limitado a libros de música que tenía previo al 1983, que integrantes de grupo Asia fueron miembros de esa banda musical que abriría mis ojos a un rock progresivo que no había escuchado o que no identificaba del todo. Era esa época también en donde la estación radial Alfa Rock ponía música y no identificaba a los grupos.

Fue para ese año en que en mi casa escuchaban un programa radial de un famoso coleccionista de música de los años cincuenta, Frankie Canepa, quien trabajaba para una compañía de seguros y compraba discos de segunda mano y los revendía. Su tienda ubicaba en la segunda planta de su residencia. Ese lugar se convertiría por varios años en la Meca de mis expediciones para comprar discos usados de los Beatles, Rolling Stones, Manfred Mann y otros. Canepa era una enciclopedia de la música americana y británica. Fue él quien se dio cuenta de mis inclinaciones musicales y me recomendó que comprara dos discos: Fragile y Close to the Edge de Yes. Ambas eran ediciones originales producidas por Atlantic Records y me aseguró que mi mente explotaría con esa música; su presagio fue acertado. Los miembros de la banda eran: Jon Anderson (vocalisa y guitarra), Chris Squire (bajista, el mejor del Mundo), Rick Wakeman (tecladista, un genio), Bill Brudford (baterista incomparable y luego miembro de King Crimson) y Steve Howe (el responsable de sembrar la semilla por aprender a tocar guitarra en el 1984 y que un año más tarde abandoné por otros motivos explicado en una publicación anterior). Estos discos fueron mi inicio en esta aventura psicodélica y progresista británica. El próximo disco que compré fue The Album y luego, una semana más tarde, añadí a mi colección Time and a Word; ambos Canepa los había reservado para mí porque había acertado en su presagio. Pero lo más que me sorprendió en todo este viaje musical fue que uno de los integrantes de Yes ya lo conocía desde el 1982, éste era miembro del grupo Asia, Steve Howe. Todos estos discos los escuché a la saciedad, como he estado haciendo esta semana.

Para agosto de 2002, Frankie (otro Frankie, no Canepa), quien fue testigo de nuestra boda, le dijo a Puri que tenía 4 boletos para ver Yes en el Radio City y que si me interesaba ir. Mi reacción fue como la de un crío en una juguetería. Corrí, brinqué, grité, que no hice; estaba excitado. El día del concierto el line-up de la banda era similar a la de 1970 y 1972, excepto que Bill Brudford no era el baterista. Fueron dos horas inolvidables de placer musical, mas no así para nuestras parejas que no entendía como una sola canción podía durar veinte minutos. Frankie y yo bebimos, cantamos e hicimos lo que dos adultos, en sus mid-forties- hacían al ver a su banda favorita: actuar como adolescentes roqueros.

Pasaron muchos años de este concierto inolvidable, hasta que el 16 de agosto de 2016 pude lograr mi sueño de volverlos a ver con un nuevo cantante, Jon Davison, y el sustituto de Chris Squire (fallecido en el 2015), Billy Sherwood. Este concierto fue otra dos horas de puro placer. Durante el mismo me acordé de Frankie, quien ya no está con nosotros desde el 11 de septiembre de 2015, y las publicaciones de él invitando a sus amistades citando estrofas de algunas de las canciones de Yes. No dudo que si él estuviera con nosotros y le dijera, Frankie tengo boletos para ver a Yes, él me hubiera dicho que sí y hubieramos recordado el 2002 otra vez. El concierto lo disfrute de cabo a rabo, mis fotos y vídeos son testigos de las imágenes tomadas en el Warner Theatre, Ese día reafirmó el porqué Yes es una de mis bandas favoritas por encima de cualquier otra.

Si usted me preguntara ahora mismo si aún poseo estos discos y otros, lamento indicarle que no, toda mi colección de discos de esa época la he perdido y no pienso reconstruirla por la ausencia de espacio y la necesidad de libre movilidad de un sitio a otro. Además, mi interés musical se ha desplazado a la adquisición de instrumentos musicales; ya cuento con una guitarra clásica, una acústica y quiero comprarme una guitarra eléctrica, un bajo y una doce cuerdas. Para esto le voy a buscar espacio a lo que de lugar.









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