Friday, May 4, 2018

Mi recogimiento musical


Mientras escribo este blog estoy escuchando a la gran Mercedes Sosa al igual que, porque llevo una semana así, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara, Inti Ilimani y a otros grandes de la Nueva Canción Latinoamericana. Mi corazón y alma está como la de Violeta, como un torbellino de ideas inquietas pero de a su vez atormentada porque el tiempo es justo para poder ser creativo. La soledad, la pena y el dolor embarga la debilidad del gas que habita o está refugiado en este nave compuesta de huesos, conductos de líquidos y músculos húmedos y la musa que pulula en ella mueve esas falanges a escribir e inspirarse en crear una deidad que no conduce a nada, mas si a expresar una emoción aislada en un archipiélago de notas. 

Todos saben que no soy la persona más religiosa del Mundo, aunque en el pasado flaqueé por cuestiones del amor, por no admitir que eran de la carne, e iba religiosamente a misa con el resultado final de una conjunción corporal fabulosa en donde descargaba las energías acumuladas por tanto estudio en Derecho. La carne tiene unos juegos fabulosos y por algo es uno de los pecados capitales más bellos. No solamente aquieta el espíritu inquieto de cualquier ser humano, sino que lo transporta a otra dimensión de una forma poco singular. No obstante, encuentro en las iglesias el mejor recinto para escuchar música y con una acústica incomparable. No sé que magia matemática y geométrica los arquitectos utilizan para que el sonido de estos espacios tenga una proyección excepcional. Este espacio embriaga mis sentidos de forma placentera y relajante.

Hoy fue uno de esos días que necesitaba, ansiosamente, de este espacio para escuchar la música de órgano de Carson Cooman. Hace unos días me había comunicado con el maestro Cooman para grabar un episodio en la tarde en la National City Christian Church (conocida por su acrónimo como "NCCC") , pero él ya tenía compromisos previos. Quedamos en grabar otro día por teléfono, pero iba a asistir para saludarlo y escucharlo.

En el día de ayer recibí una noticia no muy agradable y necesitaba de la embriaguez que me provee la música. Por eso requería que me ausentara del trabajo por una hora y me sentara con cámara y grabadora en mano para poder recoger mi experiencia de este espectáculo. No me arrepiento de haber actuado como lo hice, de grabar y fotografiar, lo necesitaba porque mi alma lo requería.

El maestro Cooman interpretó tres fabulosas piezas de órgano de compositores "modernos", dele usted su interpretación o connotación que le plazca, y desconocía de estas majestuosas composiciones; le agradezco a él haberme bajado a la Tierra y conducirme a una nueva experiencia religiosa musical. 

Me senté en la primera fila para poder escucharlo y tener un contacto directo con la cruz que colgaba de la cúpula de este recinto. A mi lado derecho había un vitral de un Cristo resucitado, y a mi izquierda, ni idea. Mi cerebro fue forzado a pensar como derechista, pero mi lado izquierdo siempre ha sido inquieto y revolucionario. A veces mi espíritu creativo me hace pensar que soy un bicho extraño en un cuerpo distinto al que no pertenezco. Pero por eso escribo estas pocas letras e interpreto la música que me embriaga mi alma, porque siempre ha sido prisionera en un cuerpo que no le pertenece. Mi mente y visión se enfocó en ver como el maestro Cooman interpretaba cada pieza dando su espalda a su escaso público, no porque no nos respeta, sino porque el órgano electrónico lo fuerza a darnos su lado menos apreciable. Mi vista, al no poder ver el movimiento de sus brazos, se enfocó en sus piernas y como presionaba cada uno de los pedales que usted ve en la foto superior. El juego de sus piernas era como un ballet sincronizado que emitía un sonido maravilloso. A veces nuestro instinto nos conduce a ver lo obvio pero no a observar el detalle. Yo por desgracia o por gracia, según su prisma, y gracias a mi déficit de atención me distraje con sus pies al desplazarse sobre estos pedales. Era una un sortilegio de movimientos únicos que me fascinaron y cautivaron mi alma. Fue ese movimiento que me liberó de cualquier pena que pudiera llevar en el momento y se lo dejé saber al final de este concierto y presentarme y confirmar nuestra cita. Mi lente me pidió que dejara el protocolo ficticio de saludarlo y cumpliera mi deber de fotografiar cada detalle de este órgano electrónico que emitía sonidos de un dragón invisible en agonía alegre, como el de San Jorge sobre una serpiente ficticia, en un recinto religioso al cual nunca he ido a rezar ni a genuflexionar porque el órgano me otorgó su dispensa inmediata a semejante acto de hipocresía.
Todos los viernes esta iglesia ofrece conciertos a las 12:15 pm con una infinidad de organistas y músicos. Les incluyo el enlace https://nationalcitycc.org/ por si visitan o viven en la ciudad para que se dé un paseo por ella cada viernes. Todas las fotos fueron tomadas por mí y están protegidas por el Derecho de Autor (Copyright para los que no lo entienden en español ;) )







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