Todo empezó a las 15 horas del 3 de julio cuando decidí dirigirme al Fillmore para conocer a la hora que llegaba los miembros de la banda Los Cafres. A pesar de todos los intentos de comunicarme con ellos por las redes sociales, no había tenido resultado alguno. Esa misma tarde, mientras estaba en la piscina tratando de cambiar el color de mi piel pálida, estaba leyendo el libro Siren Song escrito por Seymour Stein. En ese libro, y a pesar de que ya lo sabía, Seymour relata la historia de su mentor, Syd Nathan, que lograba lo que quería con su labia.
A esos efectos, elimine el poco pudor y vergüenza que tenía y me lancé a los lobos. Al llegar al Fillmore ví a un chico esperando y el equipo de música bajando de las camionetas. De inmediato le pregunté al muchacho y me dijo que era el chófer de la camioneta que transportaba el equipo y que el manager iba a llegar en cualquier momento. El cualquier momento se tornó tres horas, aunque nunca lo conocí sino a las 22 horas.
A las 18 horas hablé con uno de los que dirigen al grupo presentándome y pidiéndole un pase de prensa. Su pregunta inmediata fue para quién trabajaba. Mi respuesta: para nadie, para mí y mi podcast. De inmediato la autorización para el pase de prensa no se hizo esperar. Estaba con el en mano y dentro del Fillmore estudiando el terreno de batalla y hablando con uno de seguridad sobre guitarras y música. Lo único malo de este pase de prensa es que era válido para tres canciones, algo que yo nunca he escuchado. Es decir, estaba en la fosa sacando canciones por el tiempo que duraran tres canciones, luego de eso salia para el público y a buscar un espacio para fotografiar, algo imposible.
El concierto comenzó con un deejay tocando música latina de todo tipo para ambientar a la audiencia, les aseguro que nadie le hizo caso al muchacho; paso inadvertido porque nadie le prestaba atención ni bailaba su música. Siempre he dicho que lo peor que se le puede hace a cualquier persona envuelto en la música es el no prestarle la atención que requiere. Como me dijo el de seguridad: Men come out here to get laid, and women come out here to be themselves. En verdad que tenía mucha razón, había muchos hombres solos y más las mújeres que no le hacían caso.
A pesar de que ellos habían tocado en Nueva York hace dos días, el chófer de la banda, antes de obtener el pase de prensa, me aseguró que tenía que estar listo para una sobredósis de música. Definitivamente estaba en lo correcto. La sobredósis fue letal, porque no estaba preparado para lo que iba a presenciar.
A las 20:30 Gilberto Bonetto dirigía a todos sus compañeros al escenario. Las luces azules y rojas fueron la iluminación de este espectáculo que anunciaba la pura energía que se iba a emitir esa noche. Esto era el preámbulo de los fuegos artificiales que iban a iluminar los cielos de Silver Spring el 4 de julio.
Puedo decirles del saque, que este concierto fue uno de los mejores conciertos que he estado en el Fillmore. Gilberto bailó, corrió de un lado a otro del escenario, brincando, cantando y entusiasmando al público para que cantaran con él el coro de las canciones más famosas de la agrupación. Ningún instrumento silenciaba al otro. Los metales se escuchaban prístinamente al igual que el teclado, la batería, el bajo y las guitarras. Al escuchar los primeros acordes de las guitarras sabía que no me iba a arrenpentir de haber estado tanto tiempo afuera para poder platicar y obtener un pase de prensa. Quiero aclarar que yo había pagado mi billete de entrada, así que no fue de gratis. Gilberto tomó muy poco descanso entre canción y canción. Cuando lo hacía era para hablar con el público en inglés o en español y animando a la gente a seguir disfrutando de la noche. En verdad que este concierto, víspera del 4 de julio, fue un acontecimiento explosivo.
Los Cafres interpretaron un total de 19 canciones empezando con El Silencio y luego cantaron muchos de sus éxitos como Imposible, Llanura/Flor del Pot, El Angel, Dale, Puedo, Misterio y concluyeron con Aire, Tus Ojos, Si el Amor, Casi Q y Receta. Ninguna canción dejó de enganchar al público. Todo el mundo estaba bailando y disfrutando amenamente de la velada caribeña con sabor argentino.
Mi highlight de la noche, además de haber pagado por escucharlos a ellos y disfrutar en vivo de su espectáculo, fue cuando José -el que me otorgó el pase de prensa- me buscó y me dijo que lo siguiera. Al seguirlo, mi paseo fue por detrás del escenario y me dijo, con su acento argentino, que el plateau era mío y que me colocara donde yo quisiera. Jamás en mi vida imaginé este momento. Son pocos los que pueden disfrutar de este privilegio y honor de tomar fotos desde el mismo escenario donde toca la banda en vivo. No les voy a negar que la presión fue mayor pero la interacción de Guillermo conmigo al momento de tomar los visuales fue tranquilizante. Son estos momentos, en conjunto con la música, que no se borran jamás. Mi despedida de ellos fue especial, intercambiando las fotos que podía en ese momento y compartiendo mis datos con José para futuros encuentros con ellos.
Hubiera deseado seguirlos a Anaheim y otras partes de California para documentar sus experiencias, pero sé que encontrarán otro loco
que pague por su boleto y esté dispuesto a fotografiarlos y entregarle las fotos sin nada a cambio. Estas son las experiencias musicales que no cambio por nada en la vida.
A las 18 horas hablé con uno de los que dirigen al grupo presentándome y pidiéndole un pase de prensa. Su pregunta inmediata fue para quién trabajaba. Mi respuesta: para nadie, para mí y mi podcast. De inmediato la autorización para el pase de prensa no se hizo esperar. Estaba con el en mano y dentro del Fillmore estudiando el terreno de batalla y hablando con uno de seguridad sobre guitarras y música. Lo único malo de este pase de prensa es que era válido para tres canciones, algo que yo nunca he escuchado. Es decir, estaba en la fosa sacando canciones por el tiempo que duraran tres canciones, luego de eso salia para el público y a buscar un espacio para fotografiar, algo imposible.
El concierto comenzó con un deejay tocando música latina de todo tipo para ambientar a la audiencia, les aseguro que nadie le hizo caso al muchacho; paso inadvertido porque nadie le prestaba atención ni bailaba su música. Siempre he dicho que lo peor que se le puede hace a cualquier persona envuelto en la música es el no prestarle la atención que requiere. Como me dijo el de seguridad: Men come out here to get laid, and women come out here to be themselves. En verdad que tenía mucha razón, había muchos hombres solos y más las mújeres que no le hacían caso.
A pesar de que ellos habían tocado en Nueva York hace dos días, el chófer de la banda, antes de obtener el pase de prensa, me aseguró que tenía que estar listo para una sobredósis de música. Definitivamente estaba en lo correcto. La sobredósis fue letal, porque no estaba preparado para lo que iba a presenciar.
A las 20:30 Gilberto Bonetto dirigía a todos sus compañeros al escenario. Las luces azules y rojas fueron la iluminación de este espectáculo que anunciaba la pura energía que se iba a emitir esa noche. Esto era el preámbulo de los fuegos artificiales que iban a iluminar los cielos de Silver Spring el 4 de julio.
Puedo decirles del saque, que este concierto fue uno de los mejores conciertos que he estado en el Fillmore. Gilberto bailó, corrió de un lado a otro del escenario, brincando, cantando y entusiasmando al público para que cantaran con él el coro de las canciones más famosas de la agrupación. Ningún instrumento silenciaba al otro. Los metales se escuchaban prístinamente al igual que el teclado, la batería, el bajo y las guitarras. Al escuchar los primeros acordes de las guitarras sabía que no me iba a arrenpentir de haber estado tanto tiempo afuera para poder platicar y obtener un pase de prensa. Quiero aclarar que yo había pagado mi billete de entrada, así que no fue de gratis. Gilberto tomó muy poco descanso entre canción y canción. Cuando lo hacía era para hablar con el público en inglés o en español y animando a la gente a seguir disfrutando de la noche. En verdad que este concierto, víspera del 4 de julio, fue un acontecimiento explosivo.
Los Cafres interpretaron un total de 19 canciones empezando con El Silencio y luego cantaron muchos de sus éxitos como Imposible, Llanura/Flor del Pot, El Angel, Dale, Puedo, Misterio y concluyeron con Aire, Tus Ojos, Si el Amor, Casi Q y Receta. Ninguna canción dejó de enganchar al público. Todo el mundo estaba bailando y disfrutando amenamente de la velada caribeña con sabor argentino.
Mi highlight de la noche, además de haber pagado por escucharlos a ellos y disfrutar en vivo de su espectáculo, fue cuando José -el que me otorgó el pase de prensa- me buscó y me dijo que lo siguiera. Al seguirlo, mi paseo fue por detrás del escenario y me dijo, con su acento argentino, que el plateau era mío y que me colocara donde yo quisiera. Jamás en mi vida imaginé este momento. Son pocos los que pueden disfrutar de este privilegio y honor de tomar fotos desde el mismo escenario donde toca la banda en vivo. No les voy a negar que la presión fue mayor pero la interacción de Guillermo conmigo al momento de tomar los visuales fue tranquilizante. Son estos momentos, en conjunto con la música, que no se borran jamás. Mi despedida de ellos fue especial, intercambiando las fotos que podía en ese momento y compartiendo mis datos con José para futuros encuentros con ellos.
Hubiera deseado seguirlos a Anaheim y otras partes de California para documentar sus experiencias, pero sé que encontrarán otro loco
que pague por su boleto y esté dispuesto a fotografiarlos y entregarle las fotos sin nada a cambio. Estas son las experiencias musicales que no cambio por nada en la vida.
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