Monday, December 26, 2016

Cuento de un músico wanabí

Cuando era adolescente nunca fui a un concierto de rock o metal como tampoco tocaba instrumento de música. De igual forma tampoco formé parte de un equipo de deporte. En mi casa, de estirpe ultra conservadora y asquerosamente católica, a su modo, nada de estas actividades se promovían; milagro que se dejara escuchar música. Bueno, por algo yo repartía periódicos para comprar mis antojos en una disquera en Santa Rosa o en Discomanía en Plaza Las Américas.

Cuando estudiaba en La Salle, todos mis compañeros eran "surfers" y escuchaban rock, yo escuchaba alguito de rock y disco. Los "hardcores" tocaban guitarra y batería, yo ni el pelo tocaba. Cuando cambié de colegio en el 1981, todo los que estudiaban conmigo iban a conciertos y yo no; me quedaba en casa porque existía la regla de que esos sitios eran prohibitivos. Por lo que el lunes todos contaban sus experiencias musicales y yo sólo prestaba el oído de envidia en ser partícipe de algo al que no estuve  expuesto. Ergo, nunca experimenté el olor de mafú (marihuana) en el Coliseo Robeto Clemente o un buen aguacero en el Hiram Birthorn.

Me perdía por las calles de mi ruta de cobro porque me unía a los grupos de chicos de mi edad en Rio Hondo 1 para escuchar la música de Boston, Ozzy Osbourne, Saga y otros grupos parecidos. Me recuerdo como si fuera ayer cuando en el 1982 me compré en cassette Screaming for Vengeance del grupo Judas Priest. La experiencia metálica me llevó a otro nivel. Aun no había leído el libro de Harmony Encyclopedia de Rock que revolucionó mis sentidos y me dirigió a descubrir otros personajes de la música.

Aún en el 1984, año en que me graduaba de secundaria, no había pisado un concierto pero mi conocimiento en la música americana y británica se había expandido. Ya escuchaba a Led Zeppelin, Aerosmith, David Bowie, Jethro Tull y otros grupos. Podríamos decir que el rebelde en mí se estaba destetando de la placenta y mis escapadas en las tardes y MTv en el apartamento de Miramar me transformó de forma tal que no había regreso. Mis visitas a diario a la Gran Discoteca en la Parada 15 buscando el ultimo disco de Police y Men at Work me conducían a otro mundo musical. Mis paseos por el Condado en donde los travestis era la orden del día en las calles y que me conducían a otro mundo que no hubiera experimentado en Bayamón.

No fue hasta entrado un poco en edad, que comienzo a asistir a conciertos  y ya contaba con independencia de criterio como estudiante universitario. 

En Puerto Rico asistí a innumerables conciertos de rock en diferentes escenarios; los del Centro de Bellas Artes no me entusiasmaron mucho porque descubrí que en muchas ocasiones el rock en español usaba pista en los conciertos.

Ya en los Estados Unidos mi asistencia a conciertos estaba más limitado por varias razones: distancia, tiempo y factor económico. Pero todo mejoró al cambiar de ambiente y geografía. Ya en Washington DC he asistido a varios conciertos, uno de ellos publicado en el post (Un setentoso progresista en Washington DC).  Hace casi exactamente un mes fui a otro concierto de música progresista: Jason Bonham and The Led Zeppelin Experience. Una vez más la edad promedio era 60 años. Pero nada de eso impidió que la noche fuera espectacular. El sonido fue sumamente limpio, ningún instrumento se impuso a otro ni a la voz del cantante. Fueron dos horas completas de pura energía. He aquí dos fotos el guitarrista y del hijo de John Bonham en la batería. Este 2017, que espero que sea mejor que el 2016 donde muchos músicos han muerto, ya tengo contemplado ir a unos tantos otros conciertos y que compartiré con ustedes en su momento.


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Wednesday, November 2, 2016

No me he olvidado

He tenido este blog y el otro en total abandono pero no ha sido por pereza. Tampoco la fiebre de escribir se me ha pasado. Han ocurrido muchas cosas, nada sobre el trabajo, que me han permitido disfrutar más a fondo la vida y despegarme del teclado; tanto que las experiencias las he plasmado en fotos. 

Pronto escribiré sobre estas experiencias y mi visita a la ciudad que debió de ser mi ciudad natal, Filadelfia. Me leerán prontamente. 

Wednesday, August 31, 2016

Una bicicletada desde Maryland a DC

Habían pasado más de 9 meses sin correr bicicleta. Luego de haberme mudado a Maryland, le prometí a mi media naranja que no iba a correr bicicleta hasta que ella estuviera de vuelta a los Estados Unidos. Así fue, luego de un mes del regreso de ella, decidí tomar la bicicleta nuevamente.

Tenía una ruta establecida, Sligo Creek. No obstante, tan pronto puse la posaderas en la bicicleta la ruta cambió. Comencé por lo que se conoce como el camino de Georgetown (Georgetown Trail). Este comienza por áreas residenciales que tiene calle empinadas, no al estilo de San Francisco, y luego un trayecto lleno de arboles que cruza otras áreas residenciales, que aún no conozco, y semi-industrial.

Cada cierta distancia hay letreros informativos y señalización de cuáles rutas uno puede optar en seguir y las distancias en millas. Yo opté por tomar Rock Creek Trail ya que es mucho más escénica y al final aparenta prometer una belleza única, el lago Needwood; en algún momento dado pensé concluir en el lago pero desistí del intento por la hora y las millas que me faltaban por recorrer. Ya eran las 5:30 pm cuando tomé la decisión de regresar. Dos cosas ya estaban ocurriendo, mis rodillas estaban completamente adoloridas y mi falta de practica se notaba en cada pedaleo; ida y vuelta fueron veinte millas equivalente a 32 kilómetros de trayecto recorrido.

Retomando la descripción de este trayecto, el mismo es a lo largo de una o varias quebradas y en ella se pueden ver nido de castores, ardillas canadienses, cardenales rojos y otra variedad de fauna que para el aventurero campista le agradaría. Es un excelente sitio para tomar fotografías, leer, o hacer cualquier tipo de actividad que le acerque a la naturaleza.

De igual manera, hay gente que hace ciclismo, camina por la vereda o trotan. No es una vereda rupestre o de gravilla, ha sido asfaltada en todo el trayecto. A diferencia de mis recorridos en Filadelfia, que era cruzando los bosques y montes donde el camino es tierra o gravilla; la única area pavimentada es a lo largo de la carretera o de las ferrovías. Se le conoce en general como Capital  Crescent Trail. Es un área genial para escaparse de la ciudad estando en la ciudad.  Aun me queda trayectos por recorrer y retomar el trayecto de Sligo Creek. Por lo que ví, es un área genial para tomar fotografías como las que incluyo aquí.

Si algo bueno saco de estas excursiones en este continente, es la de estar en contacto con la naturaleza y con mis lentes.





Saturday, August 20, 2016

Un setentoso progresista en Washington DC

Fue para el 1983  cuando me di cuenta que mi inclinación ante la vida era ser progresista; progresista en la mentalidad política, de no estar atado a ningún partido político o idea conservadora; progresista en la lectura, de devorar cuanto libros me recomendaran mis profesores universitarios (desde lo más conservador hasta lo más liberal); ser progresista ante los derechos humanos, aunque mi formación ultra-católica en muchas ocasiones entrara en disputa con mi mentalidad liberal y republicana de Azaña. Era un progresista en formación y aún lo sigo siendo; nunca se llega a la totalidad, ni con la muerte. Como he dejado entrever en publicaciones anteriores, la pelea entre mi Yo con el Ello, programado desde mi infancia, ha sido ardua; desvestirse de lo ultra-conservador para poder llegar a un grado de libertad racional es un camino rocoso; el poder realizar la metamorfosis es difícil pero no imposible. Es oportuno aclarar que no soy freudiano ni creo en el psicoanálisis, a pesar de que para la década del 1980 esa era la tendencia psicológica de la Universidad de Puerto Rico y la que estudié por un año.

Pero regresando al 1983, cursaba mi último año de escuela superior y me dio por comprar discos usado de los sesentas. Yo vivía, como gitano al fin, en el sector de Miramar en el Barrio de Santurce y al lado tenía un "pulguero" llamado Pink House Bazaar. En ese sitio compré algún que otro disco de vinilo (pasta para los boricuas bragaos como yo). Poco a poco me sumergía en la música de una época a la cual nunca fui expuesto pero que mi espíritu  rebelde e individualista dormido me llevaba poco a poco a adentrarme, de forma inconsciente, a este género musical. Digamos que era como a sailing ship to nowhere, leaving any place; la historia de mi vida. Ese era mi época de gloria, donde los vídeos musicales y MTV hacía de las suyas en mi mente. Jamás hubiera pensado, y con el acceso limitado a libros de música que tenía previo al 1983, que integrantes de grupo Asia fueron miembros de esa banda musical que abriría mis ojos a un rock progresivo que no había escuchado o que no identificaba del todo. Era esa época también en donde la estación radial Alfa Rock ponía música y no identificaba a los grupos.

Fue para ese año en que en mi casa escuchaban un programa radial de un famoso coleccionista de música de los años cincuenta, Frankie Canepa, quien trabajaba para una compañía de seguros y compraba discos de segunda mano y los revendía. Su tienda ubicaba en la segunda planta de su residencia. Ese lugar se convertiría por varios años en la Meca de mis expediciones para comprar discos usados de los Beatles, Rolling Stones, Manfred Mann y otros. Canepa era una enciclopedia de la música americana y británica. Fue él quien se dio cuenta de mis inclinaciones musicales y me recomendó que comprara dos discos: Fragile y Close to the Edge de Yes. Ambas eran ediciones originales producidas por Atlantic Records y me aseguró que mi mente explotaría con esa música; su presagio fue acertado. Los miembros de la banda eran: Jon Anderson (vocalisa y guitarra), Chris Squire (bajista, el mejor del Mundo), Rick Wakeman (tecladista, un genio), Bill Brudford (baterista incomparable y luego miembro de King Crimson) y Steve Howe (el responsable de sembrar la semilla por aprender a tocar guitarra en el 1984 y que un año más tarde abandoné por otros motivos explicado en una publicación anterior). Estos discos fueron mi inicio en esta aventura psicodélica y progresista británica. El próximo disco que compré fue The Album y luego, una semana más tarde, añadí a mi colección Time and a Word; ambos Canepa los había reservado para mí porque había acertado en su presagio. Pero lo más que me sorprendió en todo este viaje musical fue que uno de los integrantes de Yes ya lo conocía desde el 1982, éste era miembro del grupo Asia, Steve Howe. Todos estos discos los escuché a la saciedad, como he estado haciendo esta semana.

Para agosto de 2002, Frankie (otro Frankie, no Canepa), quien fue testigo de nuestra boda, le dijo a Puri que tenía 4 boletos para ver Yes en el Radio City y que si me interesaba ir. Mi reacción fue como la de un crío en una juguetería. Corrí, brinqué, grité, que no hice; estaba excitado. El día del concierto el line-up de la banda era similar a la de 1970 y 1972, excepto que Bill Brudford no era el baterista. Fueron dos horas inolvidables de placer musical, mas no así para nuestras parejas que no entendía como una sola canción podía durar veinte minutos. Frankie y yo bebimos, cantamos e hicimos lo que dos adultos, en sus mid-forties- hacían al ver a su banda favorita: actuar como adolescentes roqueros.

Pasaron muchos años de este concierto inolvidable, hasta que el 16 de agosto de 2016 pude lograr mi sueño de volverlos a ver con un nuevo cantante, Jon Davison, y el sustituto de Chris Squire (fallecido en el 2015), Billy Sherwood. Este concierto fue otra dos horas de puro placer. Durante el mismo me acordé de Frankie, quien ya no está con nosotros desde el 11 de septiembre de 2015, y las publicaciones de él invitando a sus amistades citando estrofas de algunas de las canciones de Yes. No dudo que si él estuviera con nosotros y le dijera, Frankie tengo boletos para ver a Yes, él me hubiera dicho que sí y hubieramos recordado el 2002 otra vez. El concierto lo disfrute de cabo a rabo, mis fotos y vídeos son testigos de las imágenes tomadas en el Warner Theatre, Ese día reafirmó el porqué Yes es una de mis bandas favoritas por encima de cualquier otra.

Si usted me preguntara ahora mismo si aún poseo estos discos y otros, lamento indicarle que no, toda mi colección de discos de esa época la he perdido y no pienso reconstruirla por la ausencia de espacio y la necesidad de libre movilidad de un sitio a otro. Además, mi interés musical se ha desplazado a la adquisición de instrumentos musicales; ya cuento con una guitarra clásica, una acústica y quiero comprarme una guitarra eléctrica, un bajo y una doce cuerdas. Para esto le voy a buscar espacio a lo que de lugar.









Wednesday, August 3, 2016

Porque nunca me he podido definir en un género musical

Aquellos que me conocen desde hace un tiempo, saben de mi afición por la música. Dígamos que es uno de esos aspectos de mi vida que nunca ha sido definido ni claro; es como el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, viviendo bajo la colonia o sombra del imperio musical; no tengo preferencia por un ritmo o género en particular. Lo mío es por temporadas. Es como una nevada o viento huracanado fuerte que deja estragos o como el rocío de la mañana que dura un par de horas. Así soy yo el mundo musical.

Desde chico crecí con música en la radio y no he cesado en eso. Si fuera un antropólogo diría que mi afición por la música es semejante a la evolución del ser humano. Aun no me encuentro en la etapa del Homo Erectus; es probable que sea el Lucy (Austrolopitechus de Leakey), que no acaba de asentarse permanentemente en un estrato musical. 

Yo nací para los sesenta y crecí con el movimiento rock de esa época. En mi casa se escuchaba rock de los cincuenta y una vez vi en el cine una película de 1973 titulada Let the Good Times Roll, una documental musical con personajes  magníficos que fueron el origen del rock británico. En esa película cantaron los Coasters (cuyo barítono me impresionó enormemente), Bob Didley (un desquiciado de la guitarra eléctrica), Little Richard y el gran Chuck Berry, de éste último tengo una anécdota con Keith Richards que no contaré aquí. Si quieren ver la película que yo vi en el cine Puerto Rico en Santurce, les incluyo el enlace https://www.youtube.com/watch?v=O4sgNIeS89I. De igual manera, no estaba ajeno a la musica en españolPara esa misma época durante la dictadura de Franco así como de Argentina y Mexico.

Más adentrado en los setenta, la influencia disco sacudió mi ser. Barry White, Donna Summers, entre otros, era la música que yo bailaba en los disco party de marquesina que yo abandonaba a las 10 de la noche porque era mi toque de queda. Al día siguiente casi todos contaban del beso de las 11 de la noche con la chica que le gustaba y mi recuerdo era la cita con soledad; grandes sucesos de un colegio católico. Nuestra edad rondaba entre los trece y catorce años.

Dentro de todo esta amalgama de música, yacía inerte en mi ser la música clásica y el jazz. Faltaba algo que incitara la mecha a prenderse y producir el chupitazo, como dirían en España, para que no hubiera un regreso atrás y me apasionara por ambas. Pero mi gusto musical aún no estaba maduro.

Para finales de los setenta y principios de los ochenta, con la revolución de Radio Rock y los vídeos, el rock de EE UU y Gran Bretaña copó mi vida casi en un cien por ciento. Leía cuanto libro de los Beatles, The Doors y Rolling Stones se me cruzara. De repente este gustose detuvo cuando un viernes me dio por visitar una librería en la Calle San José del Viejo San Juan: The Book Store. Ahí me dio por comprar casettes, por 2.00 USD, de Bach y Mozart. En ese momento comencé a sumergir mis gustos por aquel género desconocido parcialmente; aun el jazz no amanecía en mi horizonte. 

Ya entrado en edad universitaria, el jazz picaba mi instinto pero no del todo. Incluso, luego de haber culminado todos mis estudios universitarios y trabajando como abogado, el jazz seguía picando mi curiosidad, pero no como la sarna. Sí escuché a Louis Amstrong, Dizzie Gillespie y otros famosos, pero el virus del jazz no me infectaba del todo. No había ocurrido una mutación genética en mi célula musical.

No fue hasta que cruzamos el charco y nos ubicamos en Filadelfia que fue cuando la sarna picó con gusto. Fue un día como hoy, que entré a la biblioteca pública a hacerme socio, Free Library of Philadelphia. Al husmear por todas sus salas y tablillas de libros, me topé en el primer piso con la sala de música. Sin querer mis ojos y cuerpo me guiaron a los clásicos del jazz en 5 tablillas repleta de CD's y disco de vinilo. Ni corto ni perezoso tomé prestado unos cuantos de esos CD's para escucharlos. Lamutación  musical había comenzado su proceso. Incluso, varios podcasts, que escuchaba para ese entonces, dedicaron su espacio para hablar de este género. Ya el virus estaba invadiendo mis sentidos y no había cura para él. Parte de mi arsenal musical en Spotify y iTunes comenzó a inundar mis sentidos con melodias provenientes de Dizzy Gillespie, Miles Davis, Herbie Hancock, Wes Montgomery, entre otros tantos. Tal fue mi afán por este género que hasta partituras musicales he comprado para tocarlas en algún momento en una guitarra eléctrica. Pero no solo de jazz y música barroca voy a tocar en algún momento, sino también voy a tratar de incursionar en el blues. Esto será materia de otra publicacion cuando tenga mayor soltura en la guitarra. Mientras tanto disfruten de este cierre con un vídeo clip de Wes Montgomery. https://www.youtube.com/watch?v=Dp_H9FYZy4E.

Monday, July 25, 2016

Más de Bob Dylan y que desconocía

Esta publicación es bien corta a las anteriores, pero podríamos considerarla una actualización de la última.  

Cuando era adolescente repartía periódico en bicicleta y de esas "aventuras laborales" tengo muchas historias, algunas buenas y otras malas. Pero es mejor hablar de las buenas.

Con el dinero que generaba de este trabajo, el cual yo ponía en muchas ocasiones en una cuenta de ahorro, una parte se iba en la compra de algunos discos de vinilo. Para esa fecha yo era un fanático del rock de los sesentas y setentas; admito que aún sigo siendo un fanático de esa época. Compraba discos usados, algo que muy poca gente hacía y visitaba, a la edad de 17 años, casas de antigüedades para comprar discos por un dolar. Esto es una muestra de cuan envuelto en esa música en especial la sicodélica. Uno de los grupos del cual me hice un fanático fue The Byrds. Conocía todas sus canciones y había corrido, tardíamente, su evolución desde una banda de rock, country y  música folclórica. Pero hubo algo que nunca me puse a indagar y, ahí estuvo mi error, que di por sentado de parte de ellos; que todas las canciones las escribía Roger, alias Jim, McGuinn en colaboración con otros. Pero estaba bien equivocado. Incluso, apuesto que muchos que han escuchado a Guns and Roses creen que Knockin on Heavens Door es de ellos. Cuan equivocados estuvimos todos los mortales al no darle crédito al maestro de Bob Dylan. 

The Byrds cantaron muchas de las canciones de Dylan y yo nunca me di cuenta. No recuerdo si sabía que Mr.Tambourine Man era de él pero la cantaba hasta hastiar a los que estaban conmigo en la secundaria; por algo no cultive esas amistades luego de graduarme. 

Recientemente, buscando más canciones de Dylan para ver si podría tocarla en guitarra me di cuenta que The Byrds no cantó una, sino varias de sus canciones, entre ellas: All I really want to do, Chimes of Freedom, My Back Pages, y probablemente otras que no recuerde. 

Como dije, esto es una actualización de mi post anterior que entendí meritorio actualizar para no pecar de dejadez con este blog. 

Monday, July 18, 2016

El descubrimiento de la música folclórica de Bob Dylan

La palabra descubrimiento significa acción de descubrir y ésta, dentro de sus varias definiciones, significa venir en conocimiento de algo que se ignoraba. Eto mismo fue lo que me pasó con Bob Dylan. 

Pero a Bob no lo desconocía del todo. Allá para el 1983, año que consumí una infinidad de libros en inglés (una de mis tantas etapas en este planeta), sobre el rock británico y americano escuché su nombre cuando los Beatles se encontraron con él y les convidó a experimentar marihuana. Posteriormente, en otro libro leí de su música  en conjunto con Joan Baez, Peter, Paul and Mary, entre otros músicos del género folclórico. 

En ese año me contagié con MTV, cuando realmente era un canal de vídeo musical, y experimenté, en tiempo real, la música New Wave. Todo esto antes de que llegaran a nuestra emisora roquera, Alfa Rock, o a la Gran Discoteca en la calle Cerra en la Parada 15 en Santurce; limitaciones de una isla. MTV no transmitía ningún vídeo de él en aquellos momentos. 

No fue hasta el 1984 cuando MTV comenzó a transmitir Jokerman, cuya melodía era pegajosa, pero que no entendía su lírica; ausencia de una buena base en inglés y de una educación primaria y secundaria deficiente por no quererse incurrir en una educación de mejor calidad. 

Pero con todo y esto, siempre juzgué a Bob Dylan por su apariencia y vida; algo que me tomó un tiempo deshacerme de mis entrañas. Un prejuicio mal infundado de un entorno viciado y de extrema derecha.

Posteriormente, lo experimenté en casi todo su esplendor como Lucky Wilbury. Ahí me dí cuenta que George Harrison, Jeff Lynne y Tom Petty no podían estar equivocados al tenerlo en su banda. Es curioso que yo escuchara a George Harrison como solista y entendiera su líricas espirituales vis a vis las de Bob Dylan que no me llamaban la atención como un solista; tal vez pornsi voz ronca producto, quien sabe, de ser un fumador empedernido.

Pero a pesar de que comencé a escucharlo en Traveling Wilburys, no fue hasta recientemente, más experimentado o entrado en experiencia en tocar la guitarra, que comencé a buscar música folclorica de protesta. 

Fue un día cuando una neurona funcional e inteligente de mi cerebro me empujó a escribir su nombre en Spotify. Fue en ese mismo instante cuando escuché Hurricane y Blowing in the Wind. En donde acordes bien sencillos y repetidos donde las notas G, EM, A y D se repiten en un tempo de un octavo. A ese nivel de experimentación mi maestro de guitarra me preparó para poder identificar las notas y el tempo. Fue en ese instante que Bob Dylan, el espirítu rebelde de ese músico, se apoderó de mi alma y de mi mano. Es desde ese momento que no paró de cantar Times Are Changin.  

Wednesday, June 1, 2016

Un setentoso en USA

Como dije en mi publicación anterior, el estar sin un contrato y de mudanza hace que la memoria juegue tretas o maldades únicas. Mi tiempo está dedicado a practicar el portugués, ver documentales, tocar la guitarra, empacar, hacer tramites legales con el futuro apartamento y, recientemente, correr la bicicleta para no perder la costumbre.

 El cerebro es un órgano fascinante, por algo mi significant other está envuelta en ese estudio a nivel psicológico. Un evento, sonido, imagen o palabras puede dar el chispazo al dínamo para que esos recuerdos, aparentemente olvidados, vuelva a despertar luego de su largo letargo. Fue tan recientemente, y era un recuerdo que estaba pululando mientras trabajaba, que germinó por completo ayer. Estaba escuchando Spotify, cuando la canción de los Allman Brothers estaba sonando. Recuerdo vividamente la foto de grupo que había hojeado en el 1980 en blanco y negro que había en casa. Era un libro sobre el Rock and Roll que se había presentado en American Bandstand. De ese libro conocí grupos que nunca se escucharían en mi hogar: Bay City Rollers, Sly and the Family Stone, Doobie Brothers; Grand Funk Railroad, Stevie Wonder, Jackson Five, y otros tantos que tomaría muchos caracteres para escribir. De ese libro siempre me llamó la atención las dos fotografías de los Allman Brothers y Doobie Brothers. La mayoría de los miembros eran blancos de mostachos grandes y melenas y un africano-americano que lucía mas conservador en su apariencia fisica. No era como Sly Stone, un genio de la música, con su afro inmenso. 

La música de los Doobie me hizo recorrer mentalmente cada una de las páginas de ese libro que sabrá dios donde se encontrará en estos momentos. Recuerdo casi con exactitud la mayoría de los músicos comentados en cada una de las páginas y la historia de ellas narradas por Dick Clark. Tres años después tuve en mis manos otro libro titulado The Harmony Illustrated Encyclopedia of Rock del 1983 en donde me aprendí la mayoría de la historia de los grupos de aquel momento y las cubiertas de los discos de vinilo de grupos de la década de los sesenta y setenta tales como: Cream, Blind Faith, Harry Nilsson, y otros que muchos en Puerto Rico habrán escuchado y olvidado. 

 Ahora cuando escucho  mi estación favorita de los Setenta, hojeo de forma mental la historia leída en los libros de música que tuve durante mi adolescencia; un interés por la música y  lectura que pasó de forma inadvertida. 

Sunday, May 29, 2016

Una actualización de la locura en mi vida en un período específico.

Esto de trabajar por contrato con diferentes empresas de reclutamiento, a lo que yo llamo la profesión prostituida, tiene sus ventajas y sus desventajas. Empecemos por las desventajas:

Una de las principales es que es un fenómeno cíclico. Hace alrededor de dos años, Nueva York era el centro de los trabajos de document review. Desde hace unas semanas este boom de trabajo en idiomas y en inglés ha decaído.  Su centro se ha desplazado a Washington DC, donde nos vamos a mudar. La otra desventaja es que una de estas agencias se pasa poniendo ofertas de empleo que pagan entre $25 o $28 por hora de trabajo y con un mínimo de diez a doce horas de trabajo por semana, incluyendo los fines de semana sin derecho a hora extra (lo que se llama en inglés a overtime); a esta agencia yo la he llamado la Walmart de document review. Este tipo de empresa se aprovecha del mercado lento y sabe que muchos abogados caerán en la tentación, porque no son muy cristianos, de trabajar para ella porque tienen cuentas que pagar y el costo de vida en la Gran Manzana no es barato. Estos abogados, en vez de boicotear a esta agencia, prefieren jugarle el juego y permitirles que le traten como Ben Hur cuando estaba en el barco romano de esclavos remando sin fuerza de voluntad y sin mostrar su odio por este tipo de explotación. 

Pero no todo en la vida debe mirarse con negativismo. Lo bueno de este trabajo es yo escojo con quien trabajar y que proyectos selección; siempre tomo los que pagan más, español o portugués. En estos momentos, en que nos mudamos de la Gran Manzana, me da tiempo para buscar cajas, empacar, preparar la logística de la mudanza, mirar películas, leer, escribir y tocar la guitarra a mis anchas. Algo que no podía hacer hace unas semanas. 

En estos días, en que he estado solo porque mi significant other se encuentra en España he optado por entrar en el período presidencial. Estas son las etapas de mi vida que he decidido denominar y que demuestran mi crecimiento y evolución como individuo. Otras etapas de mi vida fueron las siguientes: para inicios del dos mil, me encontraba en el período Napoleónico, devorando todo sobre esa época e incluso comprando soldados de plomo y un busto de Napoleón. En la década de los noventa leí todo sobre el existencialismo francés. Para los ochenta fue mi época clásica en que leía todo sobre los clásicos griegos y la historia de la civilización greco-romana. A esta ultima no puedo olvidar mi pelea y odio hacia el franquismo y la cual, de forma superficial en muchas ocasiones, surge en comentarios que publico en Twitter o base de alguna lectura que hago de vez en cuando en estos días.

Ayer estuve viendo diez documentales sobre Washington, John Adams, Jefferson, Van Buren, Johnson, Jackson, Lincoln, Cleveland, Teddy Roosevelt, LBJ y Richard Nixon. Todo estos documentales, en adición a los libros y podcasts, que he estado leyendo y escuchando, me han permitido entender la mentalidad evolutiva de los E.E. U.U. a través de sus primeros mandatarios. Es una lastima que en mis años de preparación escolar y universitaria estos personajes no fueran visitados desde una óptica fuera de los libros de textos usuales. Creo que mi período presidencial durará unos cuantos meses hasta que sentemos base en Washington DC. A lo mejor el estudio continuará o se detendrá para dar paso a otro período, como lo hacía Picasso. El tiempo o la fortuna de Machiavello dirá que rumbó tomará mi fortuna.

Friday, May 27, 2016

El caos de la mudanza

En mis periplos por estos lares no solo es trabajo, fotos y visitas placenteras a sitios históricos; de vez en cuando el gitano dentro de nosotros sucumbe a la tentación de volver a ser un nómada por motivos de trabajo.

Ya hemos dado tres viajes a Washington DC, 2 de ellos he sido yo solo porque mi significant other está en España, para buscar apartamentos para nosotros y nuestras chicas. Jamás pensé o imaginé que iba a ser tan extenuante como Nueva York. En Filadelfia la experiencia fue distinta. La agente de bienes raíces tenía un listado de lo que buscábamos y en menos de una semana y una sola visita a distintos sitios ya teníamos un apartamento. 

En Nueva York varios agentes nos dejaron plantados, nos enseñaba apartamentos que no nos gustaban y fueron más de 5 viajes que dimos desde Filadelfia para al fin lograr mudarnos a un diminuto apartamento que más o menos cumplía con nuestras necesidades. 

Originalmente habíamos pensado que Washington DC o Maryland iba a ser distinto. Pues nos equivocamos. Los agentes de bienes raíces nos pusieron negativa y reparos a lo que buscábamos porque tenemos tres perras. La respuesta inicial era un no de entrada, apartamento no van a conseguir. Contactamos a tres agentes de bienes raíces y ellos nos enviaban fotos de casas o townhouses inmensos que no cumplía nuestras necesidades.  En realidad, ¿para que yo quiero un ático, sótano, tres habitaciones, dos niveles? Nosotros estamos como el diablo que le huye a la cruz a casas y espacios inmensos. Estamos con la actitud de minimalismo a la máxima expresión.

En vista de que estos profesionales no reaccionaban a nuestras necesidades en menos de una semana fui a Washington DC en dos ocasiones. Con itinerario en mano el sábado pasado visite tantos apartamentos en Silver Spring y Takoma que perdí la cuenta. De todos, el que más me gustó no permitía más de dos mascotas y los otros dos posibles candidatos a elección estaban en remojo. Como mi significant other no estaba disponible el sábado, el martes pasado me di a la tarea de mostrar los dos apartamentos en Silver Springs, Maryland que me gustaron y, de paso, fui a ver otros en Capitol Hill que estaban requete bien pero cuyo presupuesto excedía lo que podíamos pagar. 

Ya decidido y aprobado nuestra solicitud de arrendamiento, solo falta que nos provean mas información y la fecha en que nos podemos mudar para asentarnos. Solo espero que cuando el arrendamiento se renueve, no aumenten demasiado el canon porque entonces lo haría prohibitivo. 

Esta historia no acabará aquí, ya contaré en otra publicación la aventura de hacer la mudanza yo solo.
 

Monday, May 23, 2016

Una ausencia excusable

Saludos a mis seguidores y lectores. Muchos de ustedes se preguntarán que habrá pasado conmigo que llevo tanto tiempo sin escribir. Es bien sencillo. Durante 3 meses estuve trabajando con una firma de abogados que no permiten que nadie publique nada por blogs o Twitter en asuntos legales. El bufete me hizo firmar un contrato de confidencialidad y de restricción de usos de blog. Incluso, si yo hubiera escrito algo en el blog, tendría una entrevista con el Director de Asuntos Éticos de la Firma, algo que no me interesaba hacer ni tampoco justificar mis decisiones. 

Es por eso que no había publicado nada; y, estando desempleado desde el martes pasado ya el acuerdo de no escribir por blogs se tiene por terminado. Así que pronto estaré escribiendo en este y en mi otro blog sobre asuntos legales y mis experiencias en Nueva York y en la búsqueda de apartamento en Washington DC. 

Hasta la próxima. 

Monday, March 21, 2016

Una librería particular

Fue para el año 1999 que pisé por vez primera Nueva York, nunca habia estado en la Gran Manzana porque mis padresno eran  aventureros y  para ellos viajar no era una prioridad. Ese viaje lo hice con mi media naranja, a quien le debo, entre muchas cosas, el haberme llevado a España y a Nueva York, lugares que ella ya ha vivido y disfrutado a plenitud; un viaje sin ella no es igual porque ella es la chispa de mis aventuras.

Habíamos cruzado, caminando, el puente de Brooklyn en dirección a South Street Seaport. Fue una caminata no comun con recuerdos con gente muy especial. En un momento dado nos percatamos de un lugar no ordinario en un sitio detras de Pace University. Era una puerta que conducía a un sitio "sagrado". No puedo negar que me impresionaron las mesas y anaqueles de metal en un edificio clásico. Los libros de arte e historia eran innumerables e interesantes, habían más libros de otros temas pero estos cautivaron mi alcance visual. Para esa fecha no alardeaba delector ni  me tomé fotos posando mientras hacía el aguaje de hojear un libro; el que lo hace sufre de un trastorno narcisista o es un seudo-intelectual. No nos detuvimos mucho tiempo porque nuestra compañia no era la muy versada en libros o no prestaban interes en estos recintos. Me dije que volvería alguna vez y siempre cumplo mi promesa.

Pasaron muchos años para que volviera a visitar esa librería. Ahora su localizacion  es distinta; cerca de Union Square. Su majestuosidad y magia no se ha perdido. Los mismos anaqueles de metal en estan dispersados por sus todos los niveles. La entrada en su actual localizacion no puede ser mejor, a pasos de Soho y de NYU. Es el reino perfecto, donde encuentro los libros que deseo y donde "nerdos" declaran su amor a su media naranja, ya sea de carne y hueso o de papel. No señores, esta librería es distinta. Tiene su encanto único que sólo Nueva York le puede dar; yo evito las tiendas como Barnes and Noble y otras grandes cadenas al estilo de "You Got Mail" donde el interés no es alimentar la mente sino enriquecer a un capitalista. 

Strand va a cumplir 90 años de establecida. Su local en el distrito financiero no existe. Actualmente se encuentra en 828 Browdway; aun conserva su largas filas (18 millas de libros) de anaqueles con libros de toda variedad en un edificio de 3 niveles. Alrededor de 2.5 millones de libros entran y salen de la libreria más histórica de Nueva York y que ha resistido los golpes de empresas como Amazon. Strand es el paraíso. En Strand puedo pasar horas muertas leyendo sobre un tema y no tengo al dependiente preguntándome si voy a comprar el libro como me pasó en Buenos Aires. Strand es mi refugio al igual que lo es para otros ávidos lectores. Strand es el refugio de las almas perdidas como la mía. 

Thursday, January 14, 2016

Un deja vu en bicicleta

Todo aquel que me conoce, sabe de mi fascinación.    por el mundo de las bicicletas. Tanto es así que adquirí una tan pronto pisamos suelo en Filadelfia. Los viajes que dí con ella por la Ciudad del Amor Fraternal me llevaron a recorrer montes, quebradas y lugares distantes casi llegando a Valley Forge. Al mudarnos a Nueva York no iba a ser diferente. Recorrí un pueblo conocido como Twin Lights en Nueva Jersey, Queens casi en su totalidad y toda la costa Oeste de Manhattan. Aún me falta por recorrer el Hudson hasta Bear Mountain.

A veces, cuando corro la bicicleta pienso que nada me pasará; que soy invencible. A pesar de que estoy pendiente del tráfico y de los peatones, no pienso que alguien podrá golpearme o lastimarme. La bicicleta da una sensación de libertad y velocidad sin igual, a veces hasta de poder. Todo aquel que ha experimentado esta sensación sabe que la vida se mira con un prisma distinto. La ciudades y parajes naturales se aprecian de una forma peculiar que no se obtiene caminando o en coche. El domingo hice uno de mis recorridos predilectos y cercano a mi área residencial. No obstante, fue un día que concluyó mal.  Nadie me lastimó, pero salí maltrecho.

El pronóstico del día era lluvia a partir de las cuatro de la tarde. Le dije a Puri que correría bicicleta mientras hacía buen tiempo y haría un scope. A pesar de la renuencia y oposición de ella, mi testarudez pudo más  Estaba sobre-confiado. Comencé a correr por toda la Northern Boulevard hasta Oakland Lake para ver los cisnes y los patos nadar plácidamente en un estanque creado por el ser humano. Ahí comenzó mi scope. Los corazones y comentarios de mis seguidores no se hicieron esperar. Me sentía contento de poder compartir de esta experiencia urbana. Inmediatamente, mientras transmitía en vivo por todo Little Bay Park veía los nubarrones a lo lejos que tocaban tierra en Kings Point. Ya en Fort Totem, un area militar de la Guerra Civil y las dos Guerras Mundiales que ahora sirve de base para el Departamento de Bomberos y la Policía de Nueva York, continuaba con la trasmisión en vivo. No había pasado ni quince minutos de mi trasmisión, con los edificios preciosos en esta área como escenario, cuando avisté a lo lejos que el diluvio se movía rápidamente a mi dirección. A pesar de que comencé a pedalear como participante del Tour de France, la lluvia me arropó y castigaba despiadadamente dentro de esta área. Con todo y lo fuerte que era este aguacero, me dirigí a Bayside Marina para resguardarme bajo el puente peatonal.  Este refugio temporal no sirvió su propósito, las gotas caían a través de las rendijas de las tablas. Al ver que este "refugio" no sirvió su propósito, decidí apresurar mi paso para poder llegar pronto al apartamento y  cambiarme de ropa.  Hice un recorrido de 12 millas en 20 minutos y no veía compasión  alguna por parte del cielo. Los golpes de las gotas gruesas del agua hacían que cubriera un area mayor de mi cuerpo. Estaba completamente empapado y casi no podía ver porque mis gafas estaban empañadas del frío y el agua corría por mis ojos. Al estar cerca y frenar sentí como mi bicicleta se deslizaba para el lado. Había obviado, con la ansiedad de llegar pronto, que los frenos estaban mojados y que no podía frenar de golpe. Esta fue la primera señal de que tenía que tener cuidado y la obvié. Un error de principiante que no debí de cometer.

Al estar cerca del garaje, donde guardo la bicicleta, e ir viajando a menos de 10 millas, volví a frenar nuevamente para disminuir la velocidad y cometí el mismo error, pero más grave; frené con la goma delantera. La visión se tornó en una un filme en cámara lenta. Sentí como mi cuerpo se elevaba y mis manos inertes estaban amarradas al manubrio de la bicicleta mientras mi boca abierta daba un beso francés con mis dientes al pavimento. No puedo precisar si todo esto ocurrió en fracción de segundos o fueron minutos largos. Para mí fue una eternidad. La bicicleta me golpeó dos veces en la espalda como castigo por haber sido descuidado y cayó al lado como si fueran otro cuerpo. Mi cerebro con una inyección de adrenalina empujó mi mano a la barbilla para palpar algún tipo de cortada que conllevara sutura; ya mi cerebro sabía que no tenía tres dientes. Me preocupaba la barbilla, me palpé varias veces para cerciorarme que no sangraba. Mi guante no mostraba liquido rojo alguno. Increíblemente, me incorporé y abrí la puerta del garaje para poner la bicicleta en su sitio e ir al apartamento para  poder desplomarme por el dolor, no físico, espiritual por no haber escuchado aquellas palabras que sonaban a lo lejos: es una locura salir con el tiempo que viene. Debo admitir que esta caída me desvistió del positivismo y cambio que buscaba en el 2016: este año va a ser bueno. No niego que lloré pero no fue por el dolor, porque lo toleraba. Esta caída destapó un esqueleto del 1975 que jamás pensaba revivir. Mi caída no solo había puesto mi orgullo maltrecho, desempolvó un recuerdo olvidado de cuando me rompí un diente el número diez (en el argot de la ortodoncia). Un esqueleto que es difícil de borrar y que el tiempo no ha convertido en polvo. Un esqueleto que sigue ahí y volvió a surgir. Un esqueleto que espero poder enterrar de por vida cuando me pongan el implante y las tres coronas. Un esqueleto al que pueda silenciar y no volver a escuchar con sus aterradoras palabras que me atormentaron por una semana en el 1975.

Pueden ver mis vídeos en katch.me/licjaimearturo. 

Thursday, January 7, 2016

El gusto evoluciona Première Partie

No sé si el entrar a un período más maduro los gustos van cambiando o modificándose. Recuerdo que cuando era estudiante de noveno grado en el Colegio de la Salle, los hermanos lasallistas me decían que en noveno era el período de maduración de individuo, como si llegara por arte de magia el primer día del curso escolar. Conmigo eso nunca sucedió en noveno y en ningún momento de mi vida. No existe la madurez inmediata ni definitiva. La evolución del individuo es constante.

Durante mis años en la Universidad de Puerto Rico, mi espacio de estudio no tenía fronteras; la geografía intelectual retó las barreras políticas. La biblioteca y las clases eran mi vehículo de transportación que me ayudó a cosechar ideas liberales que no gritaba a los cuatro vientos. Mi gusto radial y musical era diverso. La radio era mucho mejor y no me la pasaba viendo televisión. En mis primeros dos años de bachiller, la biblioteca fue mi recinto religioso; llegaba a las 7:00 am a leer, estudiar e investigar, ya a las 2:00 pm me despedía de mi meda favorita en la José M. Lázaro.

Una vez entré a la facultad de Derecho, crecí intelectualmente en una sola área. La biblioteca se tornó nuevamente en otro recinto religioso y de congregación de una "súper élite". Mi intelecto en otras áreas entró en un letargo, que ahora cuestiono y lamento. Mis neuronas enmudecieron al grito del Derecho. 

Una vez ya graduado de Derecho y trabajando como abogado mi gustos comenzaron a declinar o menguar. La distorsión se tornó cada vez más grave y oscura. No fue hasta entrado en experiencia, como abogado, que me dio por experimentar las escuelas filosóficas del Derecho y por apasionarme por ciertos temas desde un angulo mixto: el Derecho y la Historigrafía. De ahí surge mi preferencia por temas como la evolución intelectual del Tribunal Supremo Federal y los Derechos Civiles.

En mis últimos años en Puerto Rico, la lectura por ciertos temas fue incrementando, pero mi gusto auditivo fue languideciendo. Todas las mañanas, rumbo al trabajo o al tribunal, surfeaba por las distintas estaciones radiales de "noticias". Empezaba a escuchar a un reportero, cuyas preguntas eran para buscar ratings, e inmediatamente pasaba a otras dos, cuyas inclinaciones ideológicas eran de derecha y plumita liberal. Cuando ya estaba harto de tanta mediocridad buscaba la estación del gobierno o la de la universidad. En muchas ocasiones me hartaba de todas y regresaba a la estación radial de mi adolescencia y años de universidad que ponían rock. 

A pesar de que ya escuchaba Stitcher en Puerto Rico, sentía que mi gusto radial carecía de la sustancia profunda de análisis en donde se entrevistase autores de libros, cinematografía, arte, televisión o un potpurrí de diferentes géneros.

No sé si el estar viviendo en Estados Unidos por los últimos años y la interacción con personas de trasfondo cultural diverso ha sido el dínamo que ha cambiado algo mi gusto radial y musical; puedo decir que este era un eslabón perdido en mi diversificación. Cada domingo, al ir a Trader Joe's, escucho la estación pública de la Universidad Fordham donde por dos horas transmiten música irlandensa. Durante mis horas de trabajo he descubierto el fascinante mundo del jazz, blues y el renacimiento del rock en español que estaba apagado en mí. Esto es solo una micro muestra de mi desarrollo como individuo en estos momentos.

No dudo que esta evolución radial y musical la hubiera experimentado en cualquier otra parte del Mundo, en donde la diversidad jugara un papel protagónico en este filme de mi vida.  Muchos opinaran distinto a mí, pero creo que la geografía es un factor determinante para ejercer un cambio en el individuo; para bien o para mal los cambios ocurren y permiten que uno siga desarrollando la tan mal llamada e inexistente madurez. La cultura y el individuo es como la materia: no se crea ni se destruye, se modifica en la medida que nuestros cuerpos e ideas "choquen" con otras para fortalecerlas o debilitarlas. En mi csso solo busco su fortalecimiento.